domingo, 11 de abril de 2010

Mírala cara a cara


La primera fue un relámpago seguido de una patada en el estómago que nos hizo soltar el poco aire que nos quedaba en una frase de despedida sin adios.

La segunda fue un reencuentro sin saludo que nos hizo coger aire para hablarnos y convencernos de que aquello fue un adios y de que aquello no era un reencuentro.

Las terceras siguientes nos buscábamos como leones hambrientos, nos olíamos como animales, nos devorábamos como nosotros y nos despedíamos sin adios, porque sabíamos que volveríamos a la segunda de nuevo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario