Las palabras se entienden difícilmente. Más difícilmente si uno no se siente identificado con ellas. Imposible si no se quiere entender. Pararse un ratito y dejar de jugar una partida más, o dejar de tomarse un café más o responder a las mil conversaciones que se mantienen por messenger y similares al mismo tiempo un poco más tarde... imposible.
Negación rotunda ante la posibilidad de querer entender las palabras que alguien nos tiende desde otro lado, otro tiempo, otra visión o desde su sentimiento.
Negación de las personas privilegiadas que tienen el privilegio de tener otra persona que les haga palabras con tanto gusto como les haría el amor.