jueves, 22 de marzo de 2012

La gramática parda

Entonces me confesó que hablaba muy bien español. Me preguntó que dónde lo había aprendido. Yo le dije que en la cama. Que una vez me contaron que las lenguas donde mejor se aprenden era sobre la almohada. Le conté que desde entonces yo estaba siempre con que me fuera diciendo lo que le gustaba. Así a mí me entraba un poco de vocabulario y algo de verbos, el presente y el imperativo, tú ya sabes, y a veces llegábamos de las simples a las coordinadas pero era luego, una vez que las almohadas ya estaban de nuevo en su sitio, cuando tenía más tiempo para afianzar la sintáxis, sobre todo las subordinadas. Así fue cómo aprendí el español, poco a poco, con mucha práctica y mucho empeño.

Le conté también que con el siguiente fue diferente. Abordaba la lingüística de otra manera, de lo difícil a lo fácil. Llegamos al hipérbaton exagerado: mezcló el imperativo con las subordinadas, jamás utilizaba construcciones coordinadas. Yo me fui dando cuenta de que ya casi nunca quería tenía ganas de aprender español.

Según el lenguaje corporal de mi interlocutor interpreté que le sorprendió bastante mi técnica de aprendizaje. Él tenía un perfecto francés de escuela: una sintáxis poco dinámica, un vocabulario algo oxidado y una conversación algo artificial. Le confesé que su conversación era algo artificial y, dado que a mí me seguían fallando los nexos, le propuse hacer un intercambio de lenguas. Así fue hasta que, al cabo de un mes y medio, nos enamoramos y todas las palabras cayeron en desuso.

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